Como continuación a nuestra última publicación en nuestra página web, en recuerdo del insigne arabista Federico Corriente, hoy deseo incidir una vez más en la importancia que tiene para nuestro idioma español la enorme influencia de palabras, expresiones y voces que corresponden a préstamos de las culturas que nos han precedido en la Península, traídas por los pueblos que han llegado hasta ella.
Lo que pretendemos es invitar a realizar una exploración de las raíces del español con el afán de enriquecernos personalmente al tiempo que, de una forma agradable, conozcamos el origen de tantas palabras que habitualmente empleamos sin imaginar su significado.
Lo hacemos, una vez más, siguiendo el objetivo de nuestro Proyecto Medina Al Andalus de recrear nuestro orgulloso pasado andalusí, que, por razones a veces poco confesables, se ha evitado difundir en nuestros sistemas educativos en todos los niveles de enseñanza. De ahí que se tengan tantos prejuicios en todo lo relacionado con el mundo árabe, sobre todo con la religión islámica, creando fobias que solo favorecen a grupos extremistas que nada tienen que ver con la verdadera base de la religión de tantos millones de musulmanes de todo el mundo, entre ellos los árabes que conquistaron la Península Ibérica, que, como hacen todos los pueblos dominadores, impusieron sus creencias, y su religión empezó a practicarse en nuestro suelo junto al cristianismo de la población hispanorromana y visigoda, superado el arrianismo, y con el judaísmo de una minoría pasaron a constituir el crisol de las Tres Culturas que durante siglos supieron convivir en respeto y paz en los reinos de Al Andalus.
Debemos partir de la conciencia de que:
“La educación desde la verdad nos hace libres”
Esta debe ser nuestra maxima aspiración, de ahí que debemos ser escrupulosos a la hora de asumir las enseñanzas que recibimos, observando si estas están influidas por ideologías políticas o religiosas que puedan distorsionar la esencia de lo que estamos aprendiendo. La verdadera historia debe contrastarse en diferentes fuentes, que entre sí se puedan complementar. Y es verdaderamente importante seleccionar a los autores que nos la cuentan, ya que, como he comentado anteriormente, existen profesores especializados en ideologizar algo tan serio como es la educación, que en mentes muy jóvenes o sin formar puede marcar su futuro y el de sus posteriores generaciones.
El espíritu de nuestro proyecto Medina al Andalus trata de proyectar una luz real sobre lo que representó en nuestra Historia la cultura andalusí, a partir de los grandes logros que, al nivel mundial de aquellos tiempos, tuvo esta civilización que en nuestro suelo duró cerca de 800 años. Se basó fundamente en la mezcla de los grandes conocimientos que trajeron de Oriente, y que fusionaron con los ya existentes en la Península Ibérica, heredados de los reinos que en ella habían existido en siglos anteriores, fundamentalmente la Hispania de los romanos y los godos. Ahora, con el Al Andalus de los árabes, se lograría esa mezcla-fusión del saber de todos los habitantes para conseguir la “explosión” del máximo conocimiento alcanzado en todo el mundo.
Después de la Expulsión de esta civilización andalusí, como sabemos, da paso a la nueva historia de España que una vez unidos de todos los nuevos reinos creados en la Península Ibérica, concluyó con la toma del Reino Nazarí de Granada el año 1492.
En la nueva España predomina como lengua oficial el castellano que, como las otras lenguas habladas en la Hispania romanizada, es herencia latina evolucionada y enriquecida con elementos germánicos y árabes.
Entre las muchas aportaciones que la conquista romana dejó en la Península, además de sus numerosas obras públicas, su estructura viaria, todavía vigente en muchos lugares, Acueductos como el Segovia.
Calzadas en todo el territorio peninsular, que facilitaba el comercio interterritorial, la organización administrativa de sus ciudades, el “derecho romano” con unas mismas leyes para todos, sus modos de vida, con nuevos sistemas del cultivo de la tierra, de explotación de las minas, de cría del ganado, y la introducción de una lengua, el latín, que sin ser impuesta, acabó siendo adoptada por todos los pueblos indígenas a medida que iban siendo conquistados, pues era la lengua que facilitaba la comunicación entre todos ellos, y fue el elemento transcendental para hacer de toda la Península una única provincia de su vasto imperio, Hispania, como la llamaron desde un principio, sin que sepamos las razones.
Y a partir de entonces, iberos, turdetanos, lusitanos y celtiberos, astures y cántabros y todos los pueblos indígenas acabaron abandonando o transformando sus ciudades fortificadas, innecesarias ya una vez integrados en la “pax romana”, y hablando, y muchos escribiendo por primera vez, la lengua de los conquistadores, de la que todavía disfrutamos, aunque en ella quizá perdure algún elemento indígena, charco, becerro, sapo, arroyo, barranco, álamo, vega, etc., y con las indudables y ricas aportaciones de visigodos y, sobre todo y definitivamente, árabes.
Ahora bien, el latín hablado fue evolucionando de distinta manera en las distintas regiones y fueron surgiendo formas dialectales cada vez más alejadas del latín clásico, al tiempo que también diferían más entre sí, hasta el punto de que llegar a hacerse difícil la mutua comprensión entre personas que empleaban distintas formas de hablar.
Con la disgregación del Imperio fueron haciendo su aparición asimismo las llamadas lenguas románicas, hijas todas ellas del latín, que tienen, por tanto, como hermanas que son, numerosos elementos lingüísticos comunes y bastantes similitudes en todos los aspectos, pero que cuentan también con diferencias suficientemente significativas como para que se consideren lenguas distintas.
En el caso del español, identificado con el castellano, ha recibido a lo largo de su historia, especialmente en el léxico, diversas influencias. Pero el rasgo que le singulariza (junto con las demás lenguas romances hispánicas y con algunos dialectos del sur de Italia) del resto de los idiomas, románicos o no, de Europa occidental, son los abundantes elementos árabes. Resumiendo, mucho, se puede decir que el influjo ejercido en cuestiones fonéticas, morfológicas y sintácticas es más bien escaso y no siempre aceptado como tal por todos los especialistas en el tema, pues a veces surgen opiniones discrepantes, que se apoyan en argumentos que, si bien no son concluyentes, al menos generan dudas razonables. En cambio, existe una coincidencia generalizada en cuanto al léxico.
Autores cualificados señalan que procede del árabe en torno al 8% del vocabulario español, es decir unos novecientos términos primitivos que, con sus correspondientes derivados, pueden incluso superar las cuatro mil palabras.
Las palabras de origen árabe constituyen así la aportación más importante al léxico español después de la latina. Esta presencia está tan diversificada que se puede afirmar que para referirse a aspectos de casi todos los ámbitos de la actividad humana cuenta el español con arabismos, en mayor o menor medida. El avance de los árabes por diversas tierras les proporcionó conocimientos adquiridos de diferentes culturas, razón por la que alcanzaron una manifiesta superioridad en el terreno científico durante la Edad Media. De ahí que sea destacable el número de voces aportadas a nuestro vocabulario en este campo. Eso explica, por un lado, que no pocos términos pasaran también a otros idiomas europeos y, por otro, que una parte de los arabismos tengan su origen primitivo en lenguas diferentes, pues el árabe en estos casos solo fue intermediario y transmisor de cultura ajena. Resultaría prolijo hacer aquí una referencia amplia a los arabismos del léxico español, pero a modo ejemplo he aquí una muestra representativa extraída de varios campos referidos a algunas de las actividades humanas más comunes.
- Agricultura: aceña, acequia, aceite, acelga, alcachofa, alfolí, algarrobo, algodón, alhelí, aljibe, almiar, alquería, altramuz, alubia, azafrán, azahar, azúcar, azud, berenjena, noria, zanahoria.
- Artesanía: ajorca, alcaller, alfiler, aljófar, arracada, badana, guadamecil, jarra, marfil, tahalí, taza.
- Astronomía: Aldebarán, auge, cenit, nadir.
- Casa, construcción, urbanismo: adobe, ajimez, ajuar, alarife, albañal, albañil, alcantarilla, alcoba, alcuza, aldaba, aldea, alféizar, alfombra, almirez, almohada, andamio, arrabal, azotea, azulejo, barrio, jofaina, rincón, tabique, tarima, zaguán.
- Comercio: aduana, alhóndiga, almacén, almoneda, arancel, arroba, azumbre, cahíz, fanega, quintal, tarifa, zoco.
- Farmacia y química: alambique, álcali, alcohol, alquermes, jarabe, redoma.
- Guerra: acémila, acicate, adalid, adarga, alcazaba, alcázar, alfanje, alférez, algara, almena, atalaya, jineta, rebato, tambor, zaga.
- Instituciones públicas: albacea, alcalde, alguacil, alcabala.
- Instrumentos musicales: adufe, ajabeba, albogue, añafil, atambor, guzla, laúd, rabel.
- Juegos: azar, tahúr.
- Matemáticas: álgebra, cifra, guarismo.
- Oficios: alarife, albañil, albéitar, alfarero, alfageme, alfayate.
- Vestimenta: albornoz, aljuba, babucha, jubón, zaragüelles.
Una mención especial merecen los topónimos, ya que son muchos los que provienen del árabe. A título de ejemplo, citaremos algunos de ellos, bajo la denominación a la que hacen referencia etimológicamente (que a veces no coincide con el referente actual).
- Castillo: Alcalá, Calatayud, Calatorao.
- Ciudad: Almadén, Medina, Mecina.
- Laguna: Albufera, Albuhera.
- Monte: Gibraltar, Javalambre, Gibraleón.
- Península (o isla): Algeciras, Alcira.
- Río: Guadalajara, Guadalaviar, Guadalén, Guadalete, Guadalentín, Guadalfeo, Guadalquivir, Guadalupe, Guadarrama, Guadiana, Guadiaro.
Con lo expuesto se evidencia que la principal herencia árabe en la lengua española se manifiesta en el léxico y en la toponimia, con una extensa lista de voces que en la mayoría de los casos se mantienen plenamente vivas. Otras, en cambio, tienen poco uso en la época actual, ya sea porque han sido sustituidas por otras o bien porque han desaparecido de la vida cotidiana los objetos o actividades a que hacen referencia. En cuanto a la estructura gramatical, los elementos árabes que han pervivido (el sufijo –í, la preposición hasta, la interjección ojalá, el artículo al adherido a muchas palabras y algunos más) son realmente escasos.
Para terminar deseo expresar nuevamente que mi deseo es potenciar en los jóvenes la necesidad De Hablar de nuestro al-Ándalus Sin ningún tipo de complejos, sino recordándolo con orgullo, y manifestar con la mayor naturalidad Cuál es La causa por la que hemos aprendido nuestra historia de una forma totalmente mediatizada, de forma que una parte tan importante, la andalusí, la que más siglos duró, haya pasado inadvertida, o que cuando se cita sea para negar el alcance de todo lo qué representó y marca en nuestra raíces.
Repasemos con estimulo renovado este pasado andalusí, valorando con nueva visión y agrado, no solo toda la carga monumental de su imborrable arquitectura que nos legaron en gran parte de la Península Ibérica: Mezquita de Cordoba, Alminares como la Giralda, Alcaicería de Zaragoza, Alhambra de Granada, etc., y en esa nueva actitud de exploración de nuestras raíces, lejos de los tópicos hirientes o prejuicios de raza, recuperemos con un semblante natural todas las palabras que usamos cotidianamente dándole la categoría que histórica merecemos.
¡¡¡No dejemos de pensar, que a un pueblo se le puede Vencer, “Expulsar”. Pero no a sus latidos, y huellas que quedaron impregnada en esos lugares donde habito durante tantos siglos!!!
Bibliografía. CANO AGUILAR, Rafael (2008): El español a través de los tiempos, Madrid: Arco Libros. CORRIENTE, Federico (1999): Diccionario de arabismos y voces afines en iberorromance, Madrid: Gredos. ? (2008): “El elemento árabe en la historia lingüística peninsular: actuación directa e indirecta. Los arabismos en los romances peninsulares (en especial en castellano)”, en cano Aguilar, Rafael (Coord.): Historia de la lengua española, Barcelona: Ariel. GARCÍA SÁNCHEZ, Jairo Javier (2007): Atlas toponímico de España, Madrid: Arco Libros. LAPESA, Rafael (1980): Historia de la lengua española, Madrid: Gredos. PENNY, Ralph (2008): Gramática histórica del español, Barcelona: Ariel. TORRENS ÁLVAREZ, Mª Jesús (2007): Evolución e historia de la lengua española, Madrid: Arco Libros.
Nota:
Os recordamos que en nuestra página podéis encontrar en el apartado:
Pliego de ENCUENTROS cientos de Apellidos y Nombres de Lugares de origen árabe.